La cantante regresa al escenario que hace una década la convirtió en una broma planetaria. Y lo cierto es que lo que haga en su actuación es lo que menos debería importarnos de la gala.
Dicen los expertos que las crisis no suelen durar más de diez años. Que los ciclos normales de sufrimiento nunca aguantan más de una década. Evidentemente hay pruebas de sobra para desmentir semejante afirmación si hacemos caso al panorama financiero que tenemos entre manos. Pero si hablamos de otras crisis más mundanas, la cosa cambia.
Hay alguien dispuesta a darlo todo para confirmar que estas teorías económicas tan optimistas, aplicadas al ámbito personal, funcionan. Ocurrirá el próximo 28 de agosto en el Madison Square Garden de Nueva York. Allí, sobre el escenario de los Music Video Awards que concede la cadena MTV, Britney Spears volverá a ponerse frente al público para interpretar Make Me, el primer single de Glory, su nuevo disco.
Y lo hará para enseñar al mundo que aquella joven que perdió la cabeza en 2007, aquella que se rapaba el pelo y pegaba paraguazos a los fotógrafos que la perseguían día y noche, ha cambiado para mejor.
A nadie se le escapa la importancia de haber elegido precisamente estos premios para hacer su gran comeback en lo que actuaciones en vivo se refiere. Al fin y al cabo, fue en esta gala donde Britney confirmó en directo y ante millones de espectadores que tenía graves problemas con una actuación en la que, desganada y desorientada, intentaba seguir la sencilla coreografía de Gimme More.
Entonces llegamos a creer que la habíamos perdido para siempre. ¿Dónde estaba aquella artista que en 2001 se contoneaba con una serpiente en brazos mientras interpretaba I'm A Slave 4 U? ¿Dónde aquella que se besaba en la boca con Madonna vestida de novia? Su aparición en 2007 reinventó el concepto de “vergüenza ajena”.
Hoy todavía es imposible verla sin sentir una punzada en el estómago. Pero lo que muchos describen como “la peor actuación televisiva de la historia” es, a la vez, la mejor de su vida, dado que hablamos de la única performance de estos premios que todavía todo el mundo recuerda. Lo hizo fatal, cierto. Pero también hizo historia. Y eso, en el mundo del pop, es lo único que importa.
Tanto es así que ella es la primera que ha utilizado esta curiosidad para promocionar su vuelta. “Los VMA no te dan un escenario, te dan una historia”, narra la americana en un teaser colgado en sus redes sociales. Un vídeo de un minuto en el que la cámara recorre un camerino enseñándonos objetos usados en todas esas actuaciones que convirtieron a Britney en BRITNEY. Vamos, que sabe lo mucho que se juega.
Aunque para su tranquilidad debemos decirle que en el fondo no nos importa nada cómo salga este comeback. Da igual si la coreografía no está muy trabajada, si hace playback, la cantidad de fuegos artificiales que use o el modelito que se ponga... Nada es comparable al hecho de que regresa al escenario que la convirtió en una paria planetaria.
Esta actuación es lo más parecido a, tras haberse vomitado encima durante una clase en el instituto y ser recordado todo el curso por ello, atreverse a volver a una reunión de antiguos alumnos con la cabeza muy alta. Es más, si quisiera no le haría falta ni abrir la boca. Su sola presencia en ese escenario ya tiene más valor que cualquier numerito de cualquiera que se suba a las mismas tablas esa noche. Hay que tener mucho amor propio y confianza en una misma para superar así semejante trauma.
Quien sabe si incluso después de esa noche las facultades de Economía empezarán a referirse al momento que marca el fin de una crisis como el Factor Britney. Si es que algo así existe, porque todos sabemos que digan lo que digan los economistas la crisis seguirá vigente mucho más tiempo del que pronostican. Pero al menos tendríamos una imagen mental como referente que nos ayudaría a entenderla.
Vanity Fair España
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